domingo, 1 de junio de 2014

31 de mayo



Soooolo mi triste viejita. La chicha invade todos los distritos populosos, uno de ellos –San Juan de Lurigancho- es de los más empeñosos en organizar fiestas de barrio, y me sigo preguntado por qué somos tan ingratos… mi madre está lejos, muy lejos como para verla, pero no tanto como para no verla algún día, aunque eso no está en mis manos. 

La segunda parte de El extranjero es mejor que la primera. A veces hay que darle oportunidad a un libro, ja. Sí, seguro pensarán que me demoro bastante al leer un libro, y sí pues conchasumare, sí me demoro como mierda. Lo que pasa es que yo interiorizo bastante el lenguaje, es distinto leer una obra ha interorizarla, como también  distinto la forma y el fondo. No quiero caer en las disecciones nuevamente. No quise decir que ‘forma y fondo’ constituyen el rasgo característico de mis lecturas, solo que, tal vez, trato de justificarme, o encontrar razones (eso que muchas veces nos falta, aunque debamos dejarla de lado por pendenciera). La cuestión es que me demoro por un excesivo (y tal vez patibulario) análisis.

Ahora sé por qué el vulgo aprecia la chicha. Bailo solo, hasta cuándo me harás llorar, hasta cuándo me harás sufrir, bandolera… diluvios mentales. Recuerdo los problemas familiares y mi sutil manera de evadirlos, la ingratitud vuelve. 5:01 am, algún día podré saber por qué escribo esto, pero ¿tiene algún sentido saberlo? No, no soy existencialista por haber leído a Camus, ni por el flujo de la vida, es solo una actitud natural, sin el sinsabor de El extranjero. Con el mágico dulzor de las madrugadas en calles que arman simulacros de urbanismo, de civilización, pero que la chicha autodestruye su expresión.

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