Hoy
me he dado cuenta que soy un mal hijo, un hijo no productivo, no lucrativo, no
grato, ingrato, malcriado. Dar noticias con cierta relevancia a mi familia
nunca fue lo mío. Hoy tampoco lo fue. La plata gastada, invertida en vano, el
Dinero que nunca recuperarán, mal gestionado por mi familia. Claro, si invierten
en uno tienen que correr el riesgo de fracasar. Siempre he tendido al fracaso,
aunque siempre lo haya esquivado.
Pero
si se trata de asuntos importantes, hoy he recordado que puedo transponer pensamientos
encima de otros tan dispares, y me resulta algo perturbante. Para ilustrar: le
ha faltado algo al primer párrafo de este texto, creo que ha sido enfatizar en
que verdaderamente soy un mal hijo, por ejemplo mostrar razones que me hayan
llevado a tal conclusión. Tal vez esta omisión de se deba a lo que mencionaba
Oswaldo Reynoso, él dice que para escribir hay que contar nuestra historia
muchas veces a distintas personas, esto con el fin de que la historia esté
condensada y no tengamos problemas al enfrentar a la hoja en blanco, tan temida
por los neófitos. El problema general de este diario será el empezar a discenir
qué contar. No sé explicar ello, porque tal vez no tenga explicación, o quién
sabe.
Tampoco
tengo clara la relación de la música. Todas mis reflexiones se han quedado en
la abstracción. ¿Tengo que bajarlas? La serie de aforismos con respecto a ella
han sido resultado de un constante cuestionamiento sensorial sobre ella, no ha
sido un trabajo intelectual, es lo que menos pretendía (aunque siempre estamos
atrapados en la racionalidad), sin embargo, todo estos dos últimos años me he
propuesto describir esa inefabilidad de la música, y obviamente incluyo a la
escritura aquí . Bien citaba McLuhan a Poe, escribir es convertir en racional
lo irracional.
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