domingo, 1 de junio de 2014

30 de mayo



Hoy me he dado cuenta que soy un mal hijo, un hijo no productivo, no lucrativo, no grato, ingrato, malcriado. Dar noticias con cierta relevancia a mi familia nunca fue lo mío. Hoy tampoco lo fue. La plata gastada, invertida en vano, el Dinero que nunca recuperarán, mal gestionado por mi familia. Claro, si invierten en uno tienen que correr el riesgo de fracasar. Siempre he tendido al fracaso, aunque siempre lo haya esquivado. 

Pero si se trata de asuntos importantes, hoy he recordado que puedo transponer pensamientos encima de otros tan dispares, y me resulta algo perturbante. Para ilustrar: le ha faltado algo al primer párrafo de este texto, creo que ha sido enfatizar en que verdaderamente soy un mal hijo, por ejemplo mostrar razones que me hayan llevado a tal conclusión. Tal vez esta omisión de se deba a lo que mencionaba Oswaldo Reynoso, él dice que para escribir hay que contar nuestra historia muchas veces a distintas personas, esto con el fin de que la historia esté condensada y no tengamos problemas al enfrentar a la hoja en blanco, tan temida por los neófitos. El problema general de este diario será el empezar a discenir qué contar. No sé explicar ello, porque tal vez no tenga explicación, o quién sabe.

Tampoco tengo clara la relación de la música. Todas mis reflexiones se han quedado en la abstracción. ¿Tengo que bajarlas? La serie de aforismos con respecto a ella han sido resultado de un constante cuestionamiento sensorial sobre ella, no ha sido un trabajo intelectual, es lo que menos pretendía (aunque siempre estamos atrapados en la racionalidad), sin embargo, todo estos dos últimos años me he propuesto describir esa inefabilidad de la música, y obviamente incluyo a la escritura aquí . Bien citaba McLuhan a Poe, escribir es convertir en racional lo irracional.

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