Hay
algunas vivencias cíclicas, que se repiten temporalmente. O por lo menos la
impresión de vivirlas se repite. A veces creamos inútilmente lagunas mentales.
No es un deja vu. Para nada. Recuerdo que un compañero de la universidad me
dijo algo bastante trillado respecto a estos jueguitos, ‘siento que la vida me
manda señales’. Sí, claro, cualquier persona puede pensar eso. Vivirlas es la
cuestión, sentirlas y no automentirte. Señales que demuestran lo robusta que es
la memoria en ciertos casos, ciertos malos casos. Y cabalísticamente, cuando debe ser robusta,
es cuando más frágil se comporta.
Diario antidiario
martes, 3 de junio de 2014
lunes, 2 de junio de 2014
2 de junio
Volví a la universidad para entregar un
paquete. Entré a la facultad de Letras, treinta segundos y ya estaba temblando,
me embarco hacia algún restaurant vacío. Lástima, todos están llenos, la 1:00
pm es una hora clave porque la mayoría de universitarios terminan sus cursos a
esa hora, no porque tienen hambre. Ya ni hambre tienen de tanto maquinismo
intelectual que se apodera de ellos, peor su rollo que el de los obreros en La
madre. Aunque aún necesito de la universidad.
En
un par de horas ya regresaba a mi casa. Siempre realizo un doble viaje. Primero
voy a puente Tingo María. DJ Shadows me
acompañaba con The number song, y pienso
revoloteadamente en el ritmo que me genera, muevo ligeramente la cabeza al
cruzar el puente, los carros se detienen y me pongo feliz. Imaginé un poema con
letras de distinta fuente y color. Tomo la 57 para llegar a Consejo, el
paradero de mi casa. Creo que me fui de la universidad más por cansancio que
por otra cosa. En fin, llegando a mi casa tenía que descansar porque en unas
horas debía trabajar.
Darren es un nombre que siempre me gustó. 'Darren Cachao Cometabas' le decía a un tipo en la escuela como paradodiando su nombre completo. Hoy lo vi y recordé el colegio. Le decían 'Terri' por quéééé terrible gil. En fin... huevadas de niños, que no son tan inocentes como nos dicta el lugar común (que verdaderamente es el inocente) o los psicológos, los 'vas a estar bien, hijito, solo haz caso', los '¿te has portado mal? no, hijo, te he dicho que no', 'ven la otra semana, y no te olvides de pagar en caja'. Me despedí de Darren y le recordé su celular, se olvidaba en la mototaxi donde estábamos.
domingo, 1 de junio de 2014
1 de junio
En
estos años tan acelerados donde el tiempo parece no dejar huella de sí, donde
existir parece la combinación perfecta de eficacia, adormecimiento y rapidez
ultrasónica, uno va extrañando los lugares donde la niñez y la adultez
convivían en una misma realidad, en la instantaneidad. Prueba de esto parece
ser el enclaustramiento de nosotros y de nuestras casas, cada vez más
fortalecidas por puertas resistentes, rejas de fierro, cercos eléctricos y todo
el hermetismo característico de nuestra alma. Claro, la seguridad ante todo, no
trato de reprochar nada, solo lo describo como un vago acto que destruye la
añoranza levemente vivida. Ya no hay tiempo para nutrirnos del fruto de la
contemplación, ya no hay tiempo para el luto porque el ideal
tecnocientíficopositivista nos impide hacerlo tildándolo de fruslería,
catalogándonos como reaccionarios de el
ideal del progreso que se propone desaparecer el tiempo para padecer el dolor como señal de humanidad desfasada
de sus contornos.
Hoy
conocí un barrio donde jugaban los niños con sus bicicletas, y los adultos
jugaban fútbol en las losas de la Solidaridad, algunos observaban, algunos
bebían. Allá los púbers aún andan por las calles buscando qué hacer, qué
aprender, vagabundos en potencia. Años caminando por ese lugar, y nunca me
había puesto a pensar en lo grandioso que era ver a la gentes afuera de sus
casas charlando, saludando a los vecinos, comprando Coca-Cola de 3 litros o
bailando con su extroversión.
Sin
embargo, solo pasé por ahí menos de dos minutos. Llego a la casa de mi abuela,
la mamá de mi padre. Afuera beben dos tío, el abuelo y dos conocidos, amigos de
mi padre. Saludo, como debe ser, estrecho la mano a cada uno de ellos, me
intentan poner al centro de la chacota. No me dejo, y para dejarlos me excuso
que debo saludar a la abuela, que está mal estos últimos días.
Mi
padre no está. Mi abuela sí, en una silla de ruedas reluciente. La beso, sé que
serán las últimas veces y me pongo medio bruto a la hora de platicar. ‘¿Y cómo
está?’. Un pequeño silencio de tres segundos y me contesta que ahí, la
respuesta que te da la gente desauciada de todo proyecto. Se queda dormida a
los quince minutos, la acuestan, charlo un rato con unos familiares de Cañete. Mi
padre llega y me cuenta lo que ya había deducido. Me despido de todos. Me
embarca en el paradero, subo al Rápido que me dejará en Acho, y en el trayecto
pienso en cómo la soledad nos puede destruir, análogo al enclaustramiento,
paralelo al hermetismo mental. Necesito ayudar a mi padre.
31 de mayo
Soooolo mi triste viejita. La chicha invade todos los distritos populosos,
uno de ellos –San Juan de Lurigancho- es de los más empeñosos en organizar
fiestas de barrio, y me sigo preguntado por qué somos tan ingratos… mi madre
está lejos, muy lejos como para verla, pero no tanto como para no verla algún
día, aunque eso no está en mis manos.
La
segunda parte de El extranjero es mejor que la primera. A veces hay que darle
oportunidad a un libro, ja. Sí, seguro pensarán que me demoro bastante al leer
un libro, y sí pues conchasumare, sí me demoro como mierda. Lo que pasa es que
yo interiorizo bastante el lenguaje, es distinto leer una obra ha
interorizarla, como también distinto la
forma y el fondo. No quiero caer en las disecciones nuevamente. No quise decir
que ‘forma y fondo’ constituyen el rasgo característico de mis lecturas, solo
que, tal vez, trato de justificarme, o encontrar razones (eso que muchas veces
nos falta, aunque debamos dejarla de lado por pendenciera). La cuestión es que
me demoro por un excesivo (y tal vez patibulario) análisis.
Ahora
sé por qué el vulgo aprecia la chicha. Bailo solo, hasta cuándo me harás llorar, hasta cuándo me harás sufrir, bandolera…
diluvios mentales. Recuerdo los problemas familiares y mi sutil manera de
evadirlos, la ingratitud vuelve. 5:01 am, algún día podré saber por qué escribo
esto, pero ¿tiene algún sentido saberlo? No, no soy existencialista por haber
leído a Camus, ni por el flujo de la vida, es solo una actitud natural, sin el
sinsabor de El extranjero. Con el mágico dulzor de las madrugadas en calles que
arman simulacros de urbanismo, de civilización, pero que la chicha autodestruye
su expresión.
30 de mayo
Hoy
me he dado cuenta que soy un mal hijo, un hijo no productivo, no lucrativo, no
grato, ingrato, malcriado. Dar noticias con cierta relevancia a mi familia
nunca fue lo mío. Hoy tampoco lo fue. La plata gastada, invertida en vano, el
Dinero que nunca recuperarán, mal gestionado por mi familia. Claro, si invierten
en uno tienen que correr el riesgo de fracasar. Siempre he tendido al fracaso,
aunque siempre lo haya esquivado.
Pero
si se trata de asuntos importantes, hoy he recordado que puedo transponer pensamientos
encima de otros tan dispares, y me resulta algo perturbante. Para ilustrar: le
ha faltado algo al primer párrafo de este texto, creo que ha sido enfatizar en
que verdaderamente soy un mal hijo, por ejemplo mostrar razones que me hayan
llevado a tal conclusión. Tal vez esta omisión de se deba a lo que mencionaba
Oswaldo Reynoso, él dice que para escribir hay que contar nuestra historia
muchas veces a distintas personas, esto con el fin de que la historia esté
condensada y no tengamos problemas al enfrentar a la hoja en blanco, tan temida
por los neófitos. El problema general de este diario será el empezar a discenir
qué contar. No sé explicar ello, porque tal vez no tenga explicación, o quién
sabe.
Tampoco
tengo clara la relación de la música. Todas mis reflexiones se han quedado en
la abstracción. ¿Tengo que bajarlas? La serie de aforismos con respecto a ella
han sido resultado de un constante cuestionamiento sensorial sobre ella, no ha
sido un trabajo intelectual, es lo que menos pretendía (aunque siempre estamos
atrapados en la racionalidad), sin embargo, todo estos dos últimos años me he
propuesto describir esa inefabilidad de la música, y obviamente incluyo a la
escritura aquí . Bien citaba McLuhan a Poe, escribir es convertir en racional
lo irracional.
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